Acabo de terminar de leer un libro que me ha hecho recordar.
Me acuerdo del chico de la pantera. Me acuerdo de su chaqueta blanca de adidas y de la noche que pasé abrazada a ella. Me acuerdo de lo poco que me gustaba esa chaqueta pero lo mucho que me gustaba su olor. Me acuerdo de D.A.N.C.E y de America. Recuerdo que un verano más tarde le acompañaban también Here comes the Sun y Baudelaire. Recuerdo cuando me decía que quería parar el reloj con su guitarra y de lo poco que le pegaba esa canción. “It is impossible love, our love” cantó después. Me acuerdo de cuánto me gustaba y lo mucho que me costó olvidarme de su guitarra. Me acuerdo de lo que sentí cuando volví a verle cuatro años después.
Me acuerdo de los paseos con el chico de la moto. Me acuerdo de aquella invitación a comer en el mejor restaurante de Madrid. Recuerdo el miedo que sentí al descubrir que aquél restaurante resultó ser la casa de su abuela y de lo bien que lo pasé. Recuerdo que al final no sentía nada cuándo quedaba con él.
Me acuerdo del chico de la chaqueta de sgt. pepper. Me acuerdo de cuando me regaló a moquete y de todas las canciones que le recordaban a mí. Me acuerdo de sus emails, ni los poemas de Pedro Salinasle superaban en romanticismo. Me acuerdo de la tarde en peggy sue’s tomando batidos de fresa. Me acuerdo de nuestro primer beso en la parada de autobús. Me acuerdo del mensaje que me escribió después. Me acuerdo de los paseos por el retiro. Me acuerdo de cuando me regaló el palacio de cristal y de nuestro jardín del olvido. Recuerdo que intenté recuperarle cuando ya le había perdido.
Me acuerdo del chico de los viernes. Me acuerdo de tararear Friday i’m in love cada vez que llegaba el fin de semana. Me acuerdo del rubio de las patillas y de las noches de jazz.
Me acuerdo del tren de la mina. Me acuerdo del twist en playa del Carmen. Me acuerdo de cuba. Me acuerdo del limón entero o en rodajas. Me acuerdo del ataque de risa que nos entró. Me acuerdo de las estrellas fugaces. Me acuerdo de aquél texto de Martes con mi viejo profesor. Me acuerdo de cuánto me gustaba escuchar Star Mile en la playa. Me acuerdo de la bajada del sella con el chubasquero amarillo. Me acuerdo del olor de mi padre. Me acuerdo del calor de su piel y de cómo me abrazaba cada vez que tenía frío. Me acuerdo de aquél disco de canciones de piratas y de cuánto me sorprendía que tuviera un disco con una canción de Shakira. Me acuerdo de la cara que ponía cuándo quería hacernos reír y de lo que le costaba enfadarse con nosotros. Recuerdo cómo miraba a mi madre, no he visto tanto amor desde Juana y Felipe.
Felipe- ¿Por qué lo has hecho?
Juana- Odio todo lo que se interpone entre tu cuerpo y el mío, así sea el aire.
Felipe- ¡Juana, tu proceder escandaliza!.
Juana- Soy la soberana de Borgoña, también de esta tierra y de Castilla, pero también quiero ser tu mujer , tu hembra y tu puta.
Felipe- ¿Y piensas obligarme a ello?
Juana- Tengo mas poder que tú y más astucia
Felipe- ¡Y mucha desvergüenza para hablarme en ese tono!
Juana- No es desvergüenza, es ardor, ardor incontenible.
Felipe- Con razón se murmura que estas loca.
Juana- Loca porque te quiero hasta la locura,
loca porque quiero que seas mío,
loca porque no quiero que busques en otras lo que yo se darte y me sobra.
loca porque quiero que seas mío,
loca porque no quiero que busques en otras lo que yo se darte y me sobra.
Loca, loca, loca de amor.
Me acuerdo del chocolate con nata de kai alde y del pastel vasco. Me acuerdo del olor a plátano (el árbol, no la fruta) de la calle San Pedro. Me acuerdo de la tienda que tenía el suelo de arena. Me acuerdo del tic de mi perro. Me acuerdo del día que vi a Zidane en la peluquería. Me acuerdo de la oveja que se creía vaca. Me acuerdo del paseo con mi abuela por Central Park en coche de caballos. Me acuerdo del cuadro de Andy Warhol que vi en el piso 43 del edificio Donald Trump de Nueva York. Recuerdo que en mi 16 cumpleaños, mi padre y mi hermano me regalaron torrente 2. “Qué tíos, seguro que me la regalan porque la quieren ver ellos”, pensé, y acto seguido me dijeron “¿la vemos esta noche?”.
Recuerdo que no me importó.
Me acuerdo de los paseos por las playas de Cádiz. De los mojitos en El Palmar. De los castillos de arena hechos con “churritos”.
Me acuerdo del bocadillo de calamares de la plaza mayor de Madrid. Recuerdo cuánto me gustó el olor de Benarés y de lo que sentí al descubrir de dónde venía. Me acuerdo de la sonrisa de aquellos niños de marruecos, recuerdo que pensé la suerte que tenían sabiendo ser felices con tan poco. Y la suerte que tenía yo viéndoles son-reír de aquella forma. Tan de verdad.
Me acuerdo del moreno de las patillas. Me acuerdo de la rabia que sentía cada vez que tenía ganas de verle. Y cada vez que le veía. Me acuerdo de sus brazos y sus manos bonitas, manos de hombre. Me acuerdo de lo poco que recuerdo del día que le conocí y que me hizo mucha gracia que justo un año después nos dijéramos adiós de la misma forma.
Me acuerdo del “dale un oportunidad, yo creo que te vas a casar con él” de mi amiga. Recuerdo que lo hice y tuve la noche más extraña y absurda de mi vida con un chico que parecía siete años menor que yo. Recuerdo que tras eso decidí no volver a hacer caso a mi amiga nunca. Mentira, claro. Me acuerdo que cuando volví a ver a aquél chico me pareció bastante más guapo de lo que recordaba y me dio pena que mi amiga no tuviera razón. Habría sido un buen marido, estoy segura.
Me acuerdo de la rabia que me daba cuándo la chica que nos cuidaba en el autobús del colegio decía “Glorieta” en vez de “rotonda”. Me acuerdo cuando mi madre me decía que no hacía falta que fuera al colegio porque hacía mucho frío y que desde entonces decidí tener muchos hijos para decirles lo mismo. Me acuerdo de aquella época en la que dormía vestida para tener más tiempo para estar más tiempo en la cama al día siguiente.
Me acuerdo del chico de la barba. Me acuerdo de la camiseta que llevaba el día que le conocí. Recuerdo su número escrito en mi mano y que colgó cuando al día siguiente le cogió una amiga el teléfono y no yo. Recuerdo su voz cuando le devolví la llamada. “Este tío me gusta, pero primero tengo que ver su foto en Facebook, que no me acuerdo bien de su cara”, pensé. Me acuerdo de no poder evitar acordarme de él cada vez que pasaba por aquél pueblo. Me acuerdo de sentir escalofríos cuando escuchaba o leía su nombre. Recuerdo que el verano siguiente Romeo and Juliet fue mi banda sonora. Me acuerdo de la noche en casa del ligue de su amigo. Me acuerdo de los besos. Y de su temperatura. Me acuerdo de él.
Gracias Joe Brainard por acordarte.
Y por hacerme recordar.